HISTORIA DE CANADA RESUMEN ORIGEN Y DESARROLLO

Una breve historia de Canadá y desarrollo.







Los primeros habitantes de la región fueron diversos pueblos provenientes de Siberia, que llegaron a través del estrecho de Bering, y un poco más tarde llegaron los últimos pueblos inuit (esquimales) provenientes de Asia.

Indígenas, franceses, británicos y americanos comparten protagonismo en la historia de Canadá. Todo empieza hace unos 15 000 años, con la aparición de las primeras culturas indias y su diseminación por el país. Los siguientes fueron los europeos, la mayoría de los cuales llegaron a finales del s. XV. Hacia mediados del s. XVIII, el país avanzaba a toda máquina por la senda del desarrollo.

Con todo, hay algunos temas recurrentes que se repiten cíclicamente, como los conflictos entre la población autóctona y los colonos europeos, las luchas por la tierra y los recursos, y los problemas derivados de dotar de cohesión a una sociedad tan multicultural. Todo ello define la historia Canadá desde sus inicios hasta hoy.

El Gobierno designó 956 lugares de interés histórico nacional en todo el país, entre los que se cuentan fuertes, campos de batalla y casas de personajes célebres. Parks Canadá gestiona una quinta parte y a veces organiza actividades fantásticas con actores ataviados con trajes de época.

Es probable que los primeros pobladores de Canadá fueran cazadores nómadas que, en una hambrienta persecución de caribúes, alces y bisontes, cruzaran desde Asia por el puente continental que una vez unió Siberia y Alaska a través del estrecho de Bering. A medida que los glaciares se retiraban, estos primitivos inmigrantes se fueron desplazando por todo el continente americano.

Hace unos 4500 años, otro importante movimiento migratorio trajo a los antepasados de los inuit desde Siberia. Estos pertenecían a la cultura Dorset, llamada así tras el descubrimiento de sus restos arqueológicos en Cape Dorset, en la isla de Baffin. Hacia el año 1000 una cultura inuit independiente, la de los thule, cazadores de ballenas del norte de Alaska, empezó a abrirse camino hacia el este a través del Canadá. Los thule son los antepasados directos de los actuales inuit.

A finales del s. XV, cuando llegaron los primeros europeos, los pueblos aborígenes se habían expandido más allá de la zona ártica hacia cuatro regiones principales de Canadá: el Pacífico, las planicies, el sur de Ontario y la zona del río San Lorenzo y los bosques del noroeste.









LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS
El famoso vikingo Leif Eriksson fue el primer europeo que arribó a las costas canadienses; de hecho, él y su tripulación fueron los primeros europeos que pisaron América. Alrededor del año 1000 exploraron las costas occidentales de Canadá y establecieron asentamientos de invierno y puntos intermedios para reparar las embarcaciones y reabastecerse de provisiones, como el de L’Anse Aux Meadows en Terranova. Las tribus locales no mostraron mucho entusiasmo ante la llegada de estos intrusos, que finalmente se cansaron del clima hostil y volvieron a casa.

A finales del s. XV Cristóbal Colón consiguió el apoyo de la Corona española y, en 1492, salió en busca de una nueva ruta marítima hacia Asia, pero en lugar de llegar a Japón se topó con unas pequeñas islas en el mar Caribe. Animados por este descubrimiento, otros monarcas europeos financiaron rápidamente sus propias expediciones. Juan Caboto navegó en 1497 bajo pabellón inglés en dirección oeste hasta lo que hoy es Terranova y Cape Breton.

Caboto tampoco encontró un paso hacia China, pero sí bacalao, muy codiciado en Europa. Rápidamente, cientos de barcos empezaron a ir y venir entre Europa y los nuevos caladeros de pesca. Pronto les siguieron los balleneros vascos del norte de España. Muchos tenían su base en Red Bay, en Labrador, que en el s. XVI se convirtió en el mayor puerto ballenero del mundo.

En aquellos tiempos también se buscaba oro, sobre todo teniendo en cuenta los hallazgos de los conquistadores españoles entre las civilizaciones azteca e inca (aunque en realidad estos fueron más de plata). El rey Francisco I de Francia tenía la esperanza de encontrar riquezas parecidas en el norte helado y encargó una expedición a Jacques Cartier.

Al llegar a Labrador, Cartier solo encontró “piedras y horribles y toscas rocas”, según escribió en su diario en 1534. Después de una meticulosa exploración desembarcó en la península de Gaspé (Quebec) para reclamar la tierra en nombre de Francia. Al principio los nativos iroqueses fueron amables, hasta que secuestró a dos de los hijos del cacique y se los llevó a Europa. También hay que decir que Cartier los devolvió a su tierra un año después cuando remontaba el río San Lorenzo hacia Stadacona (la actual ciudad de Quebec) y Hochelaga (la actual Montreal). Aquí oyó hablar de un lugar llamado Saguenay, que estaba lleno de oro y plata. Este rumor motivó el tercer viaje de Cartier, en 1541, pero las míticas riquezas nunca fueron halladas.


DE CÓMO TODO CAMBIÓ CON EL COMERCIO DE PIELES
El rey Francisco I terminó aburrido de una lejana colonia que no proporcionaba riqueza alguna, pero su interés volvió a despertarse unas décadas después cuando los sombreros de piel de castor se convirtieron en el último grito. Como los castores prácticamente se habían extinguido en el viejo continente, la demanda de nuevos suministros era muy elevada.

En 1588, la Corona francesa concedió el primer monopolio comercial en Canadá con el único objetivo de despertar rápidamente el interés de otros comerciantes. Y así fue como empezó oficialmente la lucha por el control del comercio de pieles. El valor económico de aquella compañía (y por extensión su papel en el desarrollo de la historia de Canadá) fue la razón principal del asentamiento de europeos en la zona y la raíz del enfrentamiento entre franceses y británicos por su control, así como el origen de las luchas entre los grupos amerindios. Y todo por un absurdo sombrero.

Para hacerse con el dominio de las lejanas tierras se instauraron organismos europeos en la zona. Durante el verano de 1604, un grupo de pioneros franceses se estableció en Île Ste-Croix (un pequeño islote fluvial en la actual frontera estadounidense con Maine); la primavera siguiente se trasladaron a Port Royal (la actual Annapolis Royal), en Nueva Escocia. El lugar, expuesto y difícil de defender, tampoco resultó ser una buena base para controlar el comercio de pieles, así que los aspirantes a colonos siguieron remontando el río San Lorenzo hasta que llegaron a un sitio que su líder, Samuel de Champlain, consideró como un excelente lugar para asentarse y donde hoy sigue estando la actual ciudad de Quebec. Corría el año 1608 y “Nueva Francia” se convertía en una realidad.


FRANCESES CONTRA INGLESES
Los franceses disfrutaron del monopolio de las pieles durante décadas, pero en 1670 los británicos prepararon un desafío formidable. Un par de desilusionados exploradores franceses, Radisson y Des Groseilliers, les confiaron que la mejor zona peletera se encontraba al norte y al oeste del Lago Superior, y era fácilmente accesible desde la bahía de Hudson. El rey Carlos II creó de inmediato la Hudson’s Bay Company y le otorgó un monopolio comercial sobre todas las tierras cuyos ríos y arroyos desembocasen en la bahía. Este vasto territorio, llamado Rupert’s Land, abarcaba aproximadamente el 40% del actual Canadá, incluyendo Labrador, el oeste de Quebec, el noroeste de Ontario, Manitoba, la mayor parte de Saskatchewan y Alberta, y una fracción de los Territorios del Noroeste.

Esta jugada enfureció a los franceses, quienes, a su vez, provocaron a los ingleses estableciéndose más hacia el interior. Ninguno de los países tenían derecho a una tierra que no les pertenecía, pero ambos querían el dominio de la región.

El momento crítico llegó con la firma del Tratado de Utrecht, que puso fin a la Guerra de Sucesión española (1701-1713). Según sus disposiciones, los franceses tenían que reconocer oficialmente el derecho británico a la bahía de Hudson y a Terranova, y renunciar a toda Nueva Escocia (entonces Acadia), excepto a la isla de Cape Breton.

El conflicto, incubado durante décadas, culminó en 1754, cuando los dos países se enfrentaron en la Guerra de los Siete Años. La balanza pronto se inclinó a favor de los británicos cuando tomaron la fortaleza de Louisbourg, lo que les permitió controlar el acceso estratégico al río San Lorenzo.

En 1759 sitiaron Quebec y tras escalar los acantilados en un ataque sorpresa derrotaron rápidamente a los franceses; fue una de las batallas más famosas y sangrientas de Canadá y costó la vida a los generales de ambos bandos. Mediante el Tratado de París (1763), Francia cedió Canadá a los británicos.


LOS QUEBRADEROS DE CABEZA AUMENTAN
La administración del nuevo territorio supuso un buen reto para los británicos. En primer lugar tenían que sofocar los levantamientos de las tribus indígenas, como el ataque a Detroit por parte del jefe de los Ottawa, Pontiac. Por tanto, el Gobierno británico hizo pública la Proclamación Real de 1763, que impedía que los colonos se establecieran al oeste de los Apalaches y regulaba la compra de tierras indígenas. Aunque la intención era buena, su aplicación dejó mucho que desear.

Los francocanadienses fueron la causa del siguiente problema. Las tensiones aumentaron cuando los nuevos dirigentes impusieron la ley británica que restringía duramente los derechos de los católicos franceses, incluidos los de votar y ejercer un cargo público. Los británicos tenían la esperanza de que su política discriminatoria provocara un éxodo masivo y facilitara la tarea de convertir en ingleses a los demás colonos. El plan no funcionó: los franceses resistieron.

Por si estos problemas no fueran suficientes, las 13 colonias del sur comenzaron a mostrarse bastante díscolas. El gobernador británico, Guy Carleton, astutamente, entendió que ganarse la filiación política de los colonos franceses era más importante que convertirlos en bebedores de té. Ello se tradujo en la proclamación de la Quebec Act de 1774. Dicha ley confirmaba el derecho de los francocanadienses a tener su propia religión y a ejercer cargos públicos y restauraba el uso de la ley civil francesa. De hecho, durante la Guerra de la Independencia de EE UU (1775-1883), la mayoría de los francocanadienses se negó a tomar las armas en favor de la incipiente Unión, aunque tampoco fueron muchos los que defendieron voluntariamente a los ingleses.

Tras la independencia, aumentó notablemente el número de pobladores anglófonos debido a la llegada de unos cincuenta mil colonos lealistas que huían de los recién independizados Estados Unidos. La mayoría de ellos se instaló en Nueva Escocia y New Brunswick, mientras que un grupo menor se asentó en la orilla norte del lago Ontario y en el valle del río Ottawa (conformando el núcleo de lo que posteriormente sería Ontario); unas ocho mil personas se instalaron en Quebec, creando la primera comunidad anglófona de importancia dentro del bastión francoparlante.


ALTO Y BAJO CANADÁ
En parte por satisfacer los intereses de los colonos que le eran favorables, el Gobierno británico promulgó la Constitutional Act de 1791, que dividía la colonia en Alto Canadá (sureste del actual Ontario) y Bajo Canadá (hoy sur de Quebec). Este último conservó las leyes civiles francesas, aunque ambas regiones eran gobernadas según el código penal británico.

La Corona británica designó un gobernador para dirigir cada colonia. Cada uno de ellos nombraba, a su vez, a los miembros de su gabinete, que entonces era conocido como Consejo Ejecutivo. Además había un Consejo Legislativo y una Asamblea que representaba los intereses de los colonos. De hecho, la Asamblea apenas ostentaba poder porque el gobernador podía vetar sus decisiones. No es de extrañar que esa cuestión fuese motivo de numerosas fricciones. Esto ocurrió sobre todo en el Bajo Canadá, donde un gobernador inglés y un Consejo dominado por ingleses se imponían a una Asamblea mayoritariamente francesa.

El amiguismo descarado empeoró las cosas. Los miembros de la conservadora élite mercantil británica dominaban los Consejos Ejecutivo y Legislativo y demostraban escaso interés en los asuntos de los francocanadienses. Eran conocidos como Family Compact en el Alto Canadá y Château Clique en el Bajo, y entre sus filas se encontraba el cervecero John Molson y el universitario James McGill. La influencia de esos grupos creció significativamente tras la guerra de 1812, un inútil intento final de EE UU por apoderarse de su vecino del norte.

En 1837 la frustración provocada por esas enraizadas élites alcanzó su punto de ebullición. El líder del Partido Canadiense, Louis-Joseph Papineau, y su homónimo del Alto Canadá, el cabecilla del Partido Reformista, William Lyon Mackenzie, encabezaron una rebelión contra el Gobierno. Aunque ambos alzamientos fueron rápidamente sofocados, el incidente hizo comprender a los británicos que el statu quo no iba a durar mucho.


UNA UNIFICACIÓN POR PRUDENCIA
El Alto y el Bajo Canadá pronto se unieron para formar la Provincia de Canadá, gobernada por una sola Asamblea Legislativa, el nuevo Parlamento de Canadá. Cada ex colonia tenía el mismo número de representantes, lo que no era precisamente justo para el Bajo Canadá (por ejemplo, para Quebec), donde la población era mucho más numerosa. Aunque el nuevo sistema dio lugar a un gobierno responsable que limitó los poderes del gobernador y eliminó el nepotismo, a los franceses no les hizo ninguna gracia. En todo caso, el objetivo subyacente de la Union Act de acabar con la cultura, el idioma y la identidad francesas mantuvo a los francófonos más unidos que nunca. Las disposiciones de la Union Act abrieron profundas heridas que aún hoy no se han cerrado del todo.

Así fue como se creó la provincia unida en un terreno resbaladizo. La década posterior a la unificación quedó marcada por la inestabilidad política, un Gobierno era sustituido por otro en rápida sucesión. Y mientras EE UU se había convertido en un poder económico afianzado, la provincia de Canadá seguía siendo un mosaico de colonias independientes. La Guerra de Secesión estadounidense (1861-1865) y la compra de Alaska a Rusia por EE UU en 1867 provocaron el temor de una anexión. Quedó claro que solo un sistema político menos volátil podría hacer frente a estos desafíos, y el movimiento hacia la unión federal fue ganando fuerza.


LA CONFEDERACIÓN DEL CANADÁ
En 1864, Charlottetown, en la isla del Príncipe Eduardo, fue la sala de partos del Canadá moderno. En la Province House de esta población, los “padres de la Confederación”, un grupo de representantes de Nueva Escocia, New Brunswick, la isla del Príncipe Eduardo, Ontario y Quebec, se reunieron para negociar el marco de una nueva nación. Se realizaron otras dos reuniones antes de que el Parlamento aprobara la British North America Act en 1867. Y fue así como se creó el Estado moderno y autónomo de Canadá, originalmente llamado Dominio de Canadá. El 1 de julio, día en que se hizo oficial la ley, se celebra la fiesta nacional, que primero se llamó Día del Dominio hasta que en 1982 se rebautizó como Canada Day (Día de Canadá).


LA CONQUISTA DEL OESTE
La primera tarea del joven Dominio fue anexionar el resto del territorio y las colonias a la confederación. Bajo el mandato de su primer ministro, John A. Macdonald, en 1869 el Gobierno compró el vasto territorio de Rupert’s Land por la mísera cantidad de 300 000 libras (el equivalente a unos 11,5 millones de dólares de hoy) a la Hudson’s Bay Company. La tierra actualmente denominada Territorios del Noroeste solo estaba habitada por los indios de las praderas, varios miles de métis, ojibwe y comerciantes de pieles francocanadienses o escoceses, cuya primera lengua era el francés. El mayor asentamiento era la Colonia del río Rojo en los alrededores de Fort Garry (actual Winnipeg).

De inmediato, el Gobierno canadiense entró en conflicto con los métis a causa de los derechos sobre las tierras, cosa que propició que estos últimos formasen un gobierno provisional encabezado por el carismático Louis Riel. Este expulsó al gobernador nombrado por Ottawa y, en noviembre de 1869, se apoderó de Fort Garry, obligando a Canadá a negociar. No obstante, y cuando la delegación ya estaba de camino, Riel ejecutó impulsivamente y sin causa aparente a un prisionero que retenía en el fuerte. El crimen suscitó numerosas protestas en Canadá, pero el Gobierno estaba tan ansioso de incorporar el oeste que aceptó la mayor parte de las exigencias de Riel, incluyendo una protección especial para la lengua y la religión de los métis. Como resultado, la provincia de Manitoba, que entonces tenía la forma de una pinta de cerveza, fue desgajada de los Territorios de Noroeste en julio de 1870 e integrada en el Dominio. A pesar de todo, Macdonald mandó tropas en persecución de Riel pero este logró escapar a EE UU. En 1875 fue formalmente condenado a cinco años de exilio.

La siguiente frontera era la Columbia Británica creada en 1866 por la fusión de Nueva Caledonia y la isla de Vancouver. El descubrimiento de oro a orillas del río Fraser en 1858, y en la región de Cariboo en 1862, provocaron un enorme flujo de colonos hacia ciudades en pleno boom minero como Williams Lake y Barkerville. Pero cuando las minas se agotaron, la Columbia Británica quedó sumida en la pobreza. En 1871 se unió al Dominio a cambio de que el Gobierno canadiense asumiese la totalidad de su deuda y la promesa de una conexión con el este en un plazo de diez años mediante un ferrocarril transcontinental.

La construcción del Canadian Pacific Railway es uno de los capítulos más impresionantes de la historia de Canadá. Macdonald consideró que ese ferrocarril sería crucial para la auténtica unificación del país, ya que estimularía la inmigración y daría impulso al comercio y la industria. Fue una apuesta costosa que todavía resultó más difícil por el áspero y accidentado terreno que tuvieron que atravesar los raíles. Para atraer a los inversores, el Gobierno ofreció grandes beneficios, incluyendo vastas concesiones de tierras en el oeste de Canadá. El ferrocarril se concluyó el 7 de noviembre de 1885.

Para traer la ley y el orden al “salvaje oeste”, el Gobierno creó la Policía Montada del Noroeste (NWMP) en 1873, que más tarde se convirtió en la Real Policía Montada del Canadá (RCMP). Conocidos como los mounties, en la actualidad sigue siendo el cuerpo de policía nacional de Canadá. Aunque la NWMP era eficaz no pudo evitar que los problemas crecieran en las praderas, donde se obligó a los aborígenes que las habitaban a firmar varios tratados que les relegaban a reservas.

Entretanto, los métis se habían trasladado a Saskatchewan para establecerse en Batoche. Igual que en Manitota, no tardaron en chocar con los agrimensores del Gobierno por cuestiones de tierras. En 1884, y después de que sus repetidas apelaciones a Ottawa fuesen ignoradas, trajeron a Louis Riel desde el exilio para que defendiese su causa. El antiguo líder lo hizo de la única forma que sabía: formando un gobierno provisional y poniéndose el frente de los métis. Pero los tiempos habían cambiado. El ferrocarril estaba casi terminado y las tropas gubernamentales llegaron en cuestión de días. Riel se rindió en mayo y ese mismo año fue juzgado y ahorcado por traición.


EL FINAL DEL VÍNCULO CON INGLATERRA
Canadá entró en el s. XX por la puerta grande. La industrialización estaba en pleno desarrollo, los buscadores de oro habían encontrado por fin el preciado metal en el territorio del Yukón y los recursos naturales canadienses (desde trigo hasta madera) tenían una demanda cada vez mayor. El nuevo ferrocarril abrió las puertas a la inmigración. Entre 1885 y 1914 llegaron a Canadá unos 4,5 millones de personas. Entre ellas figuraban grupos numerosos de estadounidenses y europeos del este, especialmente ucranianos, que se dedicaron al cultivo en las praderas. Reinaba el optimismo: el expansivo primer ministro Wilfrid Laurier dijo: “El siglo XIX fue el de EE UU. Creo poder afirmar que Canadá ocupará todo el siglo XX”. Era inevitable que esa confianza pusiese al país en el camino de la independencia de Gran Bretaña. El tema se hizo aún más urgente cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914.

Canadá, como miembro del Imperio británico, se vio arrastrado automáticamente al conflicto. En los primeros años de la guerra, más de trescientos mil voluntarios partieron hacia los campos de batalla europeos. Según se fue prolongando la guerra y miles de soldados empezaron a regresar en ataúdes, el reclutamiento se hizo más difícil. En un intento por reforzar sus menguadas tropas, el Gobierno introdujo el servicio militar obligatorio en 1917. Fue una decisión muy impopular, por decirlo de forma suave, especialmente entre los ciudadanos francófonos. La animosidad hacia Ottawa ya estaba en su punto más candente desde que, poco antes, el Gobierno había cerrado las escuelas bilingües en Manitoba y restringido el uso del francés en las escuelas de Ontario. El tema del servicio militar obligatorio echó aún más leña al fuego del nacionalismo. Miles de quebequenses salieron a las calles en señal de protesta.

Cuando acabó la Primera Guerra Mundial en 1918, la mayoría de los canadienses estaba en contra de enviar a sus hombres a luchar en lejanas guerras a favor de Gran Bretaña. Bajo el gobierno de William Lyon Mackenzie King, un excéntrico ciudadano que se comunicaba con los espíritus y rendía culto a su madre, Canadá empezó a afirmar su independencia. Mackenzie King hizo saber a Gran Bretaña que ya no podría disponer automáticamente del ejército de Canadá; firmó acuerdos sin la aprobación británica y envió un embajador canadiense a Washington. Esta firme determinación condujo al Estatuto de Westminster, aprobado por el Parlamento británico en 1931. En él se formalizaba la independencia de Canadá y otros países de la Commonwealth, aunque Gran Bretaña se reservaba el derecho a aplicar enmiendas a las constituciones de esos países.

Curiosamente, ese derecho siguió vigente otro medio siglo. Solo se eliminó con la Canada Act de 1982, que la reina Isabel II promulgó en Parliament Hill, Ottawa, el 17 de abril. Actualmente Canadá es una monarquía constitucional con un Parlamento que se compone de una Cámara Alta o Senado, por designación, y una Cámara Baja o de los Comunes, elegida por sufragio universal. El monarca británico continúa siendo el jefe del Estado de Canadá, aunque de hecho se trata de un cargo simbólico y no ejerce la soberanía del país. Dentro de Canadá el gobernador general designado es el representante del monarca.

CANADÁ YA SE HA HECHO MAYOR
El período posterior a la Segunda Guerra Mundial trajo una segunda oleada de expansión económica y de inmigración, especialmente desde Europa. Terranova finalmente se unió a Canadá en 1949.

La única provincia que quedó realmente olvidada durante los años del boom de la década de 1950 fue Quebec. Durante un cuarto de siglo estuvo controlada por el ultraconservador Maurice Duplessis y su partido, la Union Nationale, con el apoyo de la Iglesia católica y los intereses económicos. Solo tras la muerte de Duplessis en 1959 la provincia empezó a modernizarse durante la llamada “Revolución silenciosa” de la década de 1960. Entre otros avances, se amplió la inversión en enseñanza pública y se nacionalizaron las empresas hidroeléctricas provinciales. Aun así, el progreso no fue lo suficientemente rápido para un nacionalismo que veía en la independencia de Quebec la única forma de asegurar los derechos francófonos. Durante las décadas siguientes, los quebequenses fueron llamados a las urnas en varias ocasiones para decidir si se independizaban o no de Canadá.

En 1960, se concedió la nacionalidad canadiense a los pueblos indígenas. En 1985, Canadá se convirtió en el primer país del mundo en aprobar una ley de multiculturalidad y creó un Ministerio Federal de Multiculturalidad. En la actualidad, el 40% de los canadienses afirma no tener orígenes británicos ni franceses.
Canadá cuenta con una vasta y magnífica historia: una historia llena de una infinidad de reveses e incluso más aciertos. En el siguiente artículo hablaremos sobre los diversos periodos en la historia de Canadá y proporcionaremos información sobre los acontecimientos que ayudaron a formar esta gran nación y convertirla en lo que es ahora.

Canadá: Prehistoria

Un mamut de la prehistoria de Canadá, FuenteSegún los arqueólogos, existe evidencia de que los primeros nativos en Norteamérica, de la que Canadá representa más del 40 por ciento, llegaron por primera vez aproximadamente 40,000 años antes de nuestra era cruzando un puente terrestre que se había formado entre Asia y Alaska durante la última Era del Hielo, En los Estados Unidos, estas personas son frecuentemente conocidas como “Indígenas” o “Nativos Americanos”, mientras que en Canadá generalmente son conocidos como “Aborígenes” , “Nativos” o “Gente de las Primeras Naciones”. Puesto que este periodo de la prehistoria literalmente abarca miles de años, a continuación hemos creado una línea del tiempo, a partir del 9000 BCE,  que te ayudará a conocer algunos de los principales acontecimientos de un vistazo.

9000-8000 AEC:  Durante este periodo, los hurones, originalmente conocidos como los wendat, se establecieron en el sur de Ontario a lo largo del Río Eramosa cerca de lo que ahora es Guelph. Se concentraron entre el Lago Simcoe y la Bahía Georgian. La mayor parte del área aún estaba cubierta por glaciares y los wendat cazaban caribús para sobrevivir.

 7000 AEC:  Las tribus aborígenes comenzaron a establecerse en la costa occidental de Canadá y diversas culturas se desarrollaron alrededor de la pesca del salmón en la región. Los nuu'chah'nulth, o los nootka de la Isla de Vancouver comenzaron a pescar ballenas.

6000 AEC:  Diversas culturas se desarrollaron alrededor de la vasta reserva de búfalos en las Planicies Indias en el centro de Canadá. Estos grupos cazaban búfalos arreándolos desde los acantilados. Head-Smashed-In Buffalo Jump, cerca de Lethbridge, Alberta, es el más famoso coto de caza en esta región del país y fue utilizado por 5,000 años.

5000 AEC:   El cementerio ceremonial más antiguo fue descubierto en L'Anse Amour en la costa de Labrador donde se encontraron los restos de un niño de 12 años de edad. El chico fue enterrado boca abajo con una gran cantidad de adornos: almagre rojo había sido espolvoreado en la parte posterior de su cabeza y formando un círculo alrededor de su cuerpo. También se encontró en la tumba un mortero decorado de cuerno de caribú, un pendiente hecho de hueso, huesos de aves, la cabeza de un arpón, un silbato hecho de hueso y un colmillo de morsa. No se sabe qué posición tenía el niño en la comunidad para haber sido enterrado de esa forma.

2000 AEC:  Los inuit llegaron a lo que ahora es Canadá en pequeños botes, mucho después de que el puente terrestre había desaparecido y se establecieron en las regiones árticas.

800 AEC:   A medida que los glaciares disminuían y el clima se hacía menos gélido, los hurones se convirtieron en agricultores y fueron dejando la cacería, cultivando maíz que no crecía de forma silvestre.

500 AEC-1000 AC:  Los nativos se habían asentado en la mayor parte de Canadá. Cientos de tribus habían desarrollado, cada una su propia cultura, costumbres, leyendas y símbolos. Algunas de las más conocidas fueron los hurones, inuit, blackfoot, cree e iroquois.

Canadá: Los primeros colonizadores y la lucha por el control

Una obra que representa la conferencia en Québec en 1864El contacto más temprano con lo que ahora es Canadá se piensa que pudo haber sido hecho por los vikingos en una expedición dirigida por Bjarni Herjólfsson, que desvió su curso en su ruta desde Islandia hacia Groenlandia aproximadamente el 985 AC. Sin embargo, no existen registros de este descubrimiento excepto por sagas islandesas, vagas historias contadas de generación en generación.

El primer contacto europeo registrado en la historia canadiense fue realizado por el explorador italiano John Cabot que navegaba bajo el patrocinio del rey Enrique VII de Inglaterra.  En 1497, en una expedición para encontrar una ruta comercial a Oriente, Cabot terminó en algún sitio de la costa oriental canadiense y la reclamó para el Rey. Este viaje y uno subsecuente en 1498, le dieron a Inglaterra el derecho de descubrimiento de una cantidad indefinida del área del oriente de Norteamérica; de hecho, sus reclamaciones posteriores de Terranova, Cabo Bretón y regiones vecinas estuvieron basadas en parte en las hazañas de Cabot.
A principios del siglo XVI, un francés de nombre Jacques Cartier zarpó también en dos expediciones a Canadá, navegando por el Río San Lorenzo en agosto de 1535.

El 5 de agosto de 1583, Humphrey Gilbert, armado con papeles legales de reclamación por parte de la Reina Elizabeth I, tomó posesión formalmente de Terranova en la bahía de St. John en nombre de Inglaterra. Pero los franceses también comenzaron a reclamar territorios canadienses. Aún cuando sus primeros intentos de colonización fracasaron, en 1604 el monopolio del comercio de pieles fue otorgado a Pierre Dugua Sieur de Monts de Francia, quien dirigió su primera expedición colonizadora hacia una isla ubicada cerca del Río St. Croix. Entre sus lugartenientes estaba un geógrafo de nombre Samuel de Champlain, quien dirigió el traslado del asentamiento de St. Croix a Port Royal (actualmente Annapolis Royal, Nova Scotia).

Fue la colonia más exitosa de Francia y el asentamiento fue conocido como Acadia. Sin embargo, la cancelación del monopolio de pieles de Guast en 1607 llevó al asentamiento de Port Rotal a un fin temporal. Desalentado, Champlain pudo persuadir a Guast que le permitiera llevarse a algunos colonizadores y asentarse en St. Lawrence, donde en 1608 fundaría la primera colonia francesa permanente en Canadá en la provincia de Quebec. Se convirtió en la capital de la Nueva Francia.

Aun cuando las colonias inglesas estaban creciendo rápidamente a lo largo de la costa Atlántica. Los comerciantes de pieles y exploradores franceses estaban extendiendo lentamente sus propiedades dentro del corazón de Norteamérica. Después de establecerse en el área alrededor de lo que ahora es la Bahía de Hudson a principios del siglo XVII, los ingleses seguirían con la conquista de Quebec en 1629, aún cuando la región después fue regresada a los franceses en 1632 durante un breve tiempo de paz entre las dos naciones.

Sin embargo, la paz entre Francia e Inglaterra no duró mucho. La Guerra de los Siete Años (1756-1763) en Europa enfrentó a Inglaterra contra Francia en una sangrienta lucha por el control sobre Norteamérica y particularmente Canadá.  En 1758, los ingleses conquistaron la fortaleza francesa de Louisbourg en la Isla de Cabo Bretón, y en 1759, el general inglés Wolfe conquistó la ciudad de Quebec (la victoria de Wolfe en Quebec garantizó que Canadá se volvería británica en vez de francesa). En 1763, los franceses se vieron forzados a entregar todos sus territorios en Canadá a los ingleses por el Tratado de París.

Canadá:  Los primeros días del dominio británico

Después de que Francia fue forzada a renunciar a su reclamación sobre Norteamérica, Inglaterra, que ahora la había incorporado a sus otras colonias atlánticas, se enfrentó con dos problemas apremiantes. Había en ese entonces más de 50,000 nuevas personas francoparlantes en lo que había sido anteriormente la Nueva Francia. Además, había enormes extensiones de tierras salvajes en el área de los Grandes Lagos donde la cantidad de indios nativos sobrepasaba por mucho a las pequeñas tropas de los británicos.

Dirigidos por un inteligente y peligroso jefe Ottawa de nombre Pontiac, los indios repentinamente se levantaron en armas en contra de sus nuevos amos ingleses y comenzaron a derrocar esos fuertes uno a la vez; masacrando a los soldados ingleses que los ocupaban hasta que nuevas tropas llegaron y el levantamiento fue finalmente sometido.

Para evitar conflictos futuros con los franceses, el Parlamento Inglés promulgó la Ley Quebec de 1774, permitiendo que los canadienses franceses practicaran su propia religión: el catolicismo romano y a conservar su legislación civil francesa junto con el derecho penal inglés. Para 1775, Canadá contaba con una población de alrededor de 90,000 habitantes.

Durante la Guerra Civil Norteamericana (1775-1783), la lealtad de lo que una vez fue la Nueva Francia se puso a prueba. En un año de la aprobación de la Ley Quebec, las colonias rebeldes norteamericanas enviaron dos ejércitos al norte a conquistar la provincia. Sir Guy Carleton, el gobernador británico de Canadá, se libró de ser capturado cuando uno de estos ejércitos, bajo las órdenes de Richard Montgomery, tomó Montreal.
Carleton llegó a Quebec a tiempo para organizar a su pequeña ejército en contra de las tropas de Benedict Arnold. Arnold comenzó el sitio de la fortaleza al que pronto se le unió Montgomery. En la lucha a mediados del invierno siguiente, Montgomery fue asesinado y Arnold salió herido. Cuando llegó la primavera, las tropas atacantes se replegaron.  Durante el resto de la Guerra Revolucionaria Norteamericana, no hubo más peleas en suelo canadiense.

Después de la Revolución Norteamericana, miles de leales británicos de los recién establecidos Estados Unidos de América, huyeron a Canadá para comenzar sus vidas nuevamente en Nova Scotia y en las tierras aún vírgenes sobre los rápidos de St. Lawrence y el norte del Lago Ontario. Esta masiva oleada de nuevos colonizadores, conocidos en Canadá como los Leales del Imperio Unido, marcó la primera oleada principal de inmigración por parte de los colonizadores angloparlantes desde los días de la Nueva Francia. Su arribo significó que tanto la provincia atlántica de Nova Scotia como la coloniza del interior de Quebec necesitaran ser reorganizadas.

En un principio,  los bosques sin colonizar al oeste de la Bahía de Fundy, una vez parte de la Acadia Francsa, habían sido incluidos en Nova Scotia. Sin embargo, en 1784, esta área fue establecida en una colonia independiente conocida como New Brunswick. La Isla de Cabo Bretón fue simultáneamente separada de Nova Scotia (una división que terminó en 1820). En conjunto, se cree que algunos de 35,000 leales inmigrantes se establecieron en las Provincias Marítimas.

Mientras tanto, la colonización de las áreas más inaccesibles al norte y oeste del Lago Ontario y a lo largo de la ribera norte de la parte superior del St. Lauwrence se dieron de una forma más lenta, con tan solo 5,000 leales que se establecieron en el área.
Canadá: El siglo XIX

Un tanque de guerra canadiense, FuenteDurante la Guerra Norteamericana de 1812, los americanos invadieron Canadá pero los canadienses pudieron enviarlos de regreso. Sin embargo, la exitosa defensa de su recién fundado país no evitó que los canadienses vieran las grietas en su propia forma de gobierno. Hubo muchos ciudadanos, particularmente los acaudalados hombres de negocios y poseedores de tierras que consideraban que los colonizadoras tenían demasiado poder para autogobernarse a través de sus asambleas elegidas. Otros se mostraron molestos de que el poder real no caía en las manos de las personas a través de sus representantes elegidos, sino que el gobernador solo era responsable el gobierno de Gran Bretaña.

Uno de los acusadores más fuertes de la administración del gobierno, especialmente en lo que se refiere a concesiones de tierras, fue William Lyon Mackenzie, que eventualmente se convirtió en el Alcalde de Toronto en 1834. En 1837, dirigió un levantamiento que no tuvo éxito, en el que fue asesinado. Por la misma época, en Baja Canadá, los canadienses franceses de Baja Canadá también se revelaron bajo el liderazgo de Louis Joseph Papineau; esta revuelta también fue rápidamente disuelta.

La gravedad de los problemas en Canadá provocaron gran preocupación en Gran Bretaña, donde los recuerdos de la Revolución Americana aún estaban recientes. A solicitud de la Reina Victoria, que ascendió al trono en 1837, John George Lambton, conde de Durham, aceptó el nombramiento como gobernador en jefe de Norteamérica Británica con poderes especiales como el alto comisario. Lambton llegó a Quebec en la primavera de 1838, y aun cuando terminó su estancia antes de que el año terminara, su Reporte sobre los Asuntos de Norteamérica Británica es uno de los documentos más importantes en la historia del Imperio Británico.

Durham recomendó que la Alta y Baja Canadá deberían unificarse bajo un solo parlamento, creyendo que si se se les daba mucha libertad a las colonias para gobernarse a sí mismas como a las personas en Gran Bretaña, se volverían más leales en vez de menos. Él no vivió para ser testigo de que la acción que fue tomada en base a su reporte, en un año se enfermó y murió. En 1840, la Ley de Unión fue aprobada, uniendo a la Alta y Baja Canadá bajo un gobierno central.

Canadá eventualmente obtuvo un gobierno democrático en 1867 cuando Ontario, Quebec, Nova Scotia y New Brunswick fueron unificados como el Dominio de Canadá. Canadá entonces tenía un sólido gobierno central, que gobernaba desde Ottawa, la nueva capital. El primer ministro de Canadá fue Sir John Macdonald.

Durante el siglo XIX, la población de Canadá creció rápidamente, impulsado por una oleada masiva de migración europea. Canadá estableció su primer gobierno democrático en 1867, cuando Ontario, Quebec, Nova Scotia y New Brunswick fueron federados como el Dominio de Canadá.  Manitoba fue convertida en provincia en 1870 y British Columbia se unió a la confederación en 1871.  Alberta y Saskatchewan se uniría más tarde en 1905.

La economía canadiense también se expandió grandemente durante esta época, ayudada por la crecimiento del sistema ferroviario del país. Un tren transcontinental, el Canadian Pacific, se terminó en 1885, y vastas áreas de tierra fueron devueltas a las industrias manufactureras y agrícolas que rápidamente comenzaron a florecer. El oro se descubrió en el Distrito Klondike de Yukon en 1896, generando una fiebre del oro que duraría por varios años.

Canadá: El siglo XX y XXI

En los años anteriores a la Primer Guerra Mundial, Canadá enfrentó uno de sus temas más urgentes de política exterior a medida que una competencia naval incrementaba entre Alemania y Gran Bretaña. Bran Bretaña naturalmente deseaba recibir ayuda militar de las colonias. El Primer Ministro Canadiense en ese momento, Wilfrid Laurier, estableció un compromiso que no satisfizo ni a la fracción pro-británica ni a los partidarios franceses. Él fundó la Marina Canadiense en 1910 con la disposición que en momentos de guerra estaría bajo el dominio británico. Esto rápidamente generó acusaciones que los soldados canadienses serían reclutados en el ejército británico si la guerra llegara. Como resultado, Laurier fue derrotado en la siguiente elección de 1911.

El nuevo gobierno conservador, dirigido por Robert Laird Borden, tuvo la responsabilidad de convocar a la nación al lado británico en la Primera Guerra Mundial. Con los canadienses tan divididos como lo estaban al final del mandato de Laurier, esto pudiera haber sido algo difícil de lograr. Pero la invasión de Alemania a la neutral Bélgica en 1914 forjó un sentimiento de unidad canadiense y una exigencia para participar en el conflicto.
Antes de que la guerra terminara en 1918, más de 619,000 oficiales y hombres habían sido enlistados, incluyendo cerca de 22,000 que habían servido a la Fuerza Aérea Real Británica. Más de 60,000 canadienses murieron en acción o por heridas, un terrible y alto precio en relación con la población del país. Más de 66 millones de cartuchos fueron producidos en las fábricas canadienses. La deuda nacional bruta se disparó de 544 millones de dólares en 1914 a casi 2 1/2 billones de dólares in 1919, la mayor parte del dinero provenía de préstamos públicos de guerra.

Después de la guerra, en la década de los veinte, Canadá presenció diversos años de prosperidad, pero al igual que el resto del mundo sufrió en gran medida durante la Gran Depresión de los treinta. Las exportaciones de madera, pescado y grano cayeron bruscamente y para 1933, el desempleo había escalado a un enorme 23 %. El gobierno activó trabajos de ayuda, pero las dificultades económicas continuaron a lo largo de la década.

Con el inicio de los cuarenta comenzó la Segunda Guerra Mundial. En tres meses una división entera de la nueva Fuerza de Servicio Activa Canadiense había sido transportada al Reino Unido. Estos canadienses estuvieron en servicio en casi cada escenario de guerra. La Marina Real Canadiense se incrementó de tan solo una docena de veleros a más de 400.

Sirvió principalmente como una fuerza antisubmarina de convoy en el Atlántico Norte. Algunas de sus unidades fueron desplegadas regularmente en sitios tan lejanos como el Mediterráneo y el Pacífico. Canadá perdió 45,000 soldados durante la Segunda Guerra Mundial.

Después de la guerra, la población de Canadá creció rápidamente de 16 millones en 1951 a 18 millones en 1961. Personas llegaron de todas partes del sur y oriente de Europa y en los sesenta también del sur de Asia.

Los cincuenta y sesenta presenciaron el boom de la economía canadiense y Canadá se convirtió en una sociedad muy próspera. Sin embargo, durante el final de los setenta y principio de los ochenta, una recesión golpeó Canadá y el desempleo alcanzó el 11%. Hubo otra recesión a principios de los noventa pero Canadá se recuperó rápidamente.

Durante los primeros años del siglo XXI, la economía de Canadá repuntó, pero como el resto del mundo, el país está ahora comenzando a agitarse tras los efectos de la recesión global que inició en 2008.  En 2012, la tasa de desempleo en Canadá se colocó en 8.1 por ciento, pero ahora el número ha disminuido a 6.9 por ciento, la tasa más baja que el país ha visto desde la recesión de 2008.

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